martes, 26 de abril de 2011

Pascua (bis).

Canal 9 pasó una versión de The Ten Commandments del 2006: una TV-movie, berretongui, con la piba de Top Chef haciendo de princesa egipcia y dos minutos de material de archivo de cardúmenes y erupciones submarinas en la parte del Mar Rojo.
Moisés, un hombre bello con una peluca horrible, es un esquizofrénico burócrata. Porque una cosa es escuchar voces que te dicen que mates gente, otra cosa es hacerles caso, pero este tipo es más burócrata aún de lo que uno esperaría de Moisés.


Menerith: Che, pero soy tu hermano.
Moisés: Sip.
Menerith: Si Dios te dice que me mates me matás?
Moisés: Sip.
Menerith: [se muere horriblemente]
Moisés: Uh. Garrón.


Después de que los liberan y bajan un cambio con la cosa racial, se desata una tormenta loca de paranoia. Patatín patatán, lapidación va, lapidación viene, terminan masacrando a la mitad del grupo por idólatras y cornudos.

Moisés: Uh. Garrón.

Mientras me afanaba por subtitular todo lo comparaba con Charlton Heston en la versión de The Ten Commandments 1956. Con todo el glamour de la épica viejotestamentil de los '50, ese Moisés era, ante todo, groso. Hermano del faraón (no de una figura menor de la corte), la tenía más grande que nadie, y no por ser el profeta de Dios, sino porque era él. Que Dios lo eligiera, en todo caso, confirmaba cuán grande la tenía.

"No soy un objeto sexual", le dice Heston, primorosamente ataviado a la egipcia, a los jerarcas esclavistas que lo tratan de niño bonito.
"No soy un objeto sexual", le dice a Nefertari cuando lo hace llevar a su recámara semidesnudo y embarrado.
"No soy un objeto sexual", le dice a las pastorcitas judías que conviven con ovejas hace demasiado tiempo.

Moisés: Mirame, chiquita, pero no me toques.

Es interesante esta disputa constante si se piensa que la gran falta de Moisés es matar a un hombre que está por violar a una esclava judía. La dignidad está ante todo en la libertad sexual de los cuerpos. Nadie duda, en la versión del '56, que el gordo se la merecía.
En la del '06, en cambio, el defecto trágico de Moisés es que es un iracundo. Todo se centra en la matanza, justa o injusta. La autoridad es poder decidir quién debe morir según la ley de Dios. Y mientras que ahí el gran drama es el sacrificio de la familia burguesa por imposición divina, el Moisés de DeMille es más un patriarca que un profeta. No hay conflicto dentro de la comunidad porque sólo se puede sentir admiración y deseo por un hombre así.

Moisés: ¡Miren qué barba! ¡Qué porte! Dios, qué groso soy.

4 comentarios:

Ailin dijo...

Si hacemos un rastreo más amplio de remakes de los últimos 10 años sobre películas hechas en los 50, vamos a encontrar muchas cosas interesantísimas. Yo en realidad quisiera hacer mi doctorado sobre eso: formaciones discursivas a partir de géneros populares como las tv-movies.
Esto que hacés tiene mucho potencial.

Clarillosaurus dijo...

de una. ailu, te hago de aguatera en la movida esta de las formaciones discursivas. te llevo el diario a la cama, las pantuflas y te ayudo a relevar reformulaciones también! de "peli fuente" a peli1 y así. posta... en serio, hay que hacerlo.
monnanni conducción.

Ailin dijo...

Lau, te imaginas Dra. en narrativa de tv-movie y sit-com?
Nosotras sí te imaginamos!

Julio Auster dijo...

Comparar originales y remakes y rerremakes (esto no lo prohíbe la constitución) es muuuy interesante.
Estuve haciéndolo estos días con Anna y el rey de Siam (Rex Harrison, 1946), El rey y yo (Yul Brynner, 1956) y me falta ver Anna y el Rey (Jodie Foster, 2002).
Los diez mandamientos, del 56 es insuperable. Yo la vi unos años más tarde y cuando salí del cine le pedí a mi mamá que fuéramos a comprar matzá a una fiambrería del Once, tan consustanciado me había sentido con todo eso.
¡Vamos, Laura, todavía!