La línea de sombra, la niebla que me veo por
delante. Por primera vez en mi vida me encuentro
sabiendo lo que dejo y no sabiendo imaginar lo que encuentro.
Me ofrecen un cargo de responsabilidad,
llevar esta nave hacia una ruta que nadie sabe.
Es mi edad en el aire, en esta condición de
estabilidad precaria. Hipnotizado por las aspas de un ventilador en el techo, doy vueltas en mi cama, me muevo con pasos pesados en esta habitación húmeda de un
puerto cuyo nombre no recuerdo. El fondo del café confunde el dónde y el
cómo, y por primera vez sé qué es la nostalgia, la conmoción.
En mi equipaje ropa sucia de navegación, por
cada rotura un puerto, y por cada puerto una canción en la cabeza.
Es dulce estar en el mar cuando son otros los
que eligen la dirección, sin preocupación, sólo hacer lo que hay que hacer, y
acunados por las olas nocturnas soñar con mamá… El mar.
Me ofrecen un cargo de responsabilidad. Me
dijeron que hay un barco que necesita un comandante. Me dijeron que la paga es
interesante, y que la carga es secreta e importante.
La idea de la responsabilidad se hizo grande.
Es como tener que saltar más allá de una
zanja que me separa de los tiempos despreocupados de un pasado que ha pasado, saltar
hacia el tiempo indefinido del ser adulto.
Frente a mí, la niebla esconde la respuesta a
mi miedo. ¿Qué voy a ser? ¿A dónde me va a conducir mi naturaleza?
La cara de mi padre toma forma en el espejo;
él joven, yo viejo. Sus palabras que retumban en mi oído: “La
vida no es fácil, hay que hacer sacrificios. Un día te vas a dar cuenta y me
vas a decir si tengo razón”.
Llega un día en que hace falta tomar una
decisión, y ahora es este día de monzón, con el viento que no tiene dirección. Mirando el cielo, un sentimiento de opresión.
Pero es mi edad, en la que se sabe cómo se
era pero no se sabe a dónde se va, qué se va a hacer, qué responsabilidades se
tiene frente a los seres humanos que viven a tu lado.
Y a través de este cristal, veo el mundo como
un tablero donde cada movida que haga puede cambiar el partido entero, y tengo
miedo de ser comido, y tengo miedo también de comer.
Me pierdo en las lecturas, los libros del Zen
y el Evangelio, la astrología que me cuenta el cielo.
Floto en busca de un “yo mismo” con quien
poder dialogar, pero esta línea de sombra no me deja encontrarlo.
Me ofrecen un cargo de responsabilidad. No sé
qué es el coraje, si agarrar y largar todo, si elegir la fuga, o afrontar esta
realidad difícil de interpretar pero linda de explorar. Tratar de imaginar qué voy a ser cuando haya
cruzado el mar, llevado esta carga importante a destino, dónde voy a estar al
reparo del próximo monzón.
Me ofrecen un cargo de responsabilidad.
Mañana voy a ir al puerto y les voy a decir
que estoy listo para partir.
Voy a echar el equipaje al mar, estudiar las
cartas, y esperar a saber hacia dónde se parte, cuándo se parte, y cuándo va a
pasar el monzón.
Voy a
decir: “Leven anclas, derecho, a toda marcha. Ésta es la ruta, ésta es la
dirección, ésta es la decisión”.
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