sábado, 2 de junio de 2012

Las mentes de los criminales.

Está bien, amamos el drama policial de una hora, y después de miles de cadáveres en miles de capítulos de CSI la camada de psicólogos y analistas de comportamiento sí trajo una bocanada de aire fresco.
Lo duro de Criminal Minds no es tanto el tenor de los casos que presentan sino la economía misma de la investigación que pide, para encontrar al asesino serial, nuevos muertos que brinden nuevas pistas. Esa espera perversa es un gran problema, para uno que mira y también para los personajes, que por momentos son muy conscientes de que no están jugando al Carmen Sandiego sino viendo como se apilan los cadáveres.
A fin de cuentas, lo que hacen esos programas es poner todos los ojos sobre el perpetrador y sus motivos, fascinarse por la monstruosidad del crimen. Y encima, aparentemente, todo esto del psico-criminalismo es puro verso: los perfiles son algo que se hace a posteriori y que no suele ayudar un carajo en las investigaciones policiales.
La otra vuelta pasé zappeando por algún drama policial de una hora y uno (no sé si Horatio en Miami o Ted Danson en Las Vegas) tiró una que me pareció re bien. Un joven y potrísimo investigador mira el fiambre destruído y se pregunta en voz alta por qué le hicieron eso. Su jefe, la justicia encarnada, paternal pero distante, le dice: "me chupa un huevo por qué, quiero saber quién, agarrarlo, y hacer que se pudra en la cárcel".