sábado, 5 de diciembre de 2009

Escupir.

Si me interesara demostrar la existencia de las almas -y no es el caso- empezaría por señalar que de vez en cuando todos escupimos sin querer.
Una vez cada tanto, siempre en el peor momento posible, nuestras bocas despiden una gota de saliva sin que podamos hacer nada para evitarlo. En esos momentos el cuerpo humano es tan indigno, tan ridículo, que no puede ser, simplemente no puede ser, que uno sea eso, un artefacto baboso que ni siquiera controla que entra y sale de sus orificios.

1 comentario:

Ailin dijo...

El cuerpo humano suele molestarme mucho. Quisiera contarte una vergonzoza anécdota de hace muy poco, pero no estoy preparada para semejante exposición.