lunes, 15 de agosto de 2011

Gaviota conducción.

Después de varias semanas vuelvo a la trasnoche y a mi novela (sí, ya es mi novela, ya lo blanquié, ya canto la cortina en voz alta a medida que tiro la letra, tipo karaoke) y resulta que Gaviota se hizo líder sindical. Y yo me muero muerta.

La esposa, la hermana mala, y la prima política de Rodrigo siempre se refieren a ella como "la jimadora", "la jornalera". Tienen epítetos, es raro. En otra novela había una tal Estrella de Mar a quien las malas llamaban "la pescadora". Yo justo había estado traduciendo con un alumno y cada vez que lo decían pensaba "piscator, piscatoris".
No sé qué, no sé cuánto, voy a acabar de una vez por todas con la pescadora (piscator, piscatoris).
No, Adriana, no puedo soportar que la pescadora (piscator, piscatoris) se case con el hombre que yo amo.
Todo esto iba a que ahora "la jimadora" habla en nombre de los Jimadores.

La patronal acá viene a ser Rodrigo, que está en plan dame un besito y los paso a todos a planta permanente. Besito que te dé tu esposa embarazada. No, dale, un besito de amigos. Amigas son éstas que me siguen a todas partes. Etcétera.

Después Gaviota le cuenta todo a la madre, y acá es donde todo se pone maravilloso.
Clarita le dice que la explicación que le dio Rodrigo es un delirio, que "eso sí que no lo vio en ninguna telenovela". Gaviota le dice que las telenovelas no son necesariamente un buen parámetro de verosimilitud. Clarita la escucha un rato y dice que no, que lo que pasa claramente es tal y tal cosa, que es obvio, que eso sí hubiera pasado en una novela. Por supuesto, tiene razón.
¿Entre una naba enamorada y una vieja autoconciente del género, quién va a tener razón?

Seis años de carrera y lo único que aprendí es a emocionarme cuando la cosa se pone meta.
¿Las viejas latinas en Arizona también se emocionarán?

Tres capítulos después, Gaviota se reencuentra en el CRT con una antigua compañera de trabajo. Le dice que su historia "es un cuento de telenovela. Es tan larga y aburrida que hasta [le] da flojera contarlo". Y más tarde Clarita le dice que es una pena que las cosas no hayan funcionado con Rodrigo. Que si se acuerda de muñeca Sánchez, de Simplemente amor, que a ella también le salía todo para el culo, pero al final se casó con el quia y tuvieron dos mellicitos. Que en el fondo ella siempre creyó que la historia de Gaviota y Rodrigo también iba a tener un final feliz.
Pero yo no soy muñeca Sánchez, mamá. Ya sé, ya sé, pero hubiera sido lindo. Y, sí, qué querés que te diga.
Creo que la gracia de las novelas está justamente ahí, pero eso dejémoslo para otro post.

Y por otra parte, está James.


James es un personaje increíble. Es el amigo yanqui de Rodrigo, que tiene un acento adorable y un bigote enorme que si es de verdad, no se nota. Forse era ver, ma non però credibile.
Está casado con una chica pobre que se llama Acacia que ahora se volvió loca y mató al tío, Melitón, y ahora es el lugarteniente de la Montalveña. Es todo muy dramático, pero cada vez que hay un primer plano suyo, mirando al infinito con cara de enajenado y hablando de Acazia y Méliton, me mata de la risa. Pobre corazón, el comic relief le crece en el medio de la cara, le brota castaño y tieso para los costados.

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