jueves, 3 de septiembre de 2009

Ausente.

Cuatro meses después del suicidio de Kurt Cobain, salió el primer disco de Jeff Buckley, Grace.
En mayo de 1997, se metió a nadar en un brazo del Mississipi cantando "Whole Lotta Love", y no salió nunca más.
Por ese entonces yo no miraba MTV, y no sé si se pusieron de luto; si hay remeras y mochilas de Jeff Buckley, a Buenos Aires no llegaron nunca. Un doble póstumo llamado Sketches For My Sweetheart The Drunk recoge lo que iba a ser su segundo disco, My Sweetheart The Drunk.

Adorable como pocos.

Hay discos con los que uno no canta; o porque son en un idioma que no conocés, o porque el cantante tiene una dicción de mierda y no sabés qué está diciendo, o porque simplemente no hay forma de que te acerques siquiera a esa nota.
Cuando escucho Grace no canto porque esa música es de alguna forma ajena a mí. Jeff Buckley es elusivo. Su voz tiene algo de inasible, hay que hacer un esfuerzo enorme para seguirlo porque, aunque no aburre, es como si se escapara todo el tiempo. Tiene una voz ausente, que se hunde y se aleja por un río si no te esforzás por retenerlo un rato más.

Boludeces aparte, Grace es un disco que hay que escuchar.

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