viernes, 19 de agosto de 2011

Pequeñas epifanías.

Soy grande, tengo mi propio dinero, y si quiero una pistola engomadora, puedo comprarme una.

lunes, 15 de agosto de 2011

Gaviota conducción.

Después de varias semanas vuelvo a la trasnoche y a mi novela (sí, ya es mi novela, ya lo blanquié, ya canto la cortina en voz alta a medida que tiro la letra, tipo karaoke) y resulta que Gaviota se hizo líder sindical. Y yo me muero muerta.

La esposa, la hermana mala, y la prima política de Rodrigo siempre se refieren a ella como "la jimadora", "la jornalera". Tienen epítetos, es raro. En otra novela había una tal Estrella de Mar a quien las malas llamaban "la pescadora". Yo justo había estado traduciendo con un alumno y cada vez que lo decían pensaba "piscator, piscatoris".
No sé qué, no sé cuánto, voy a acabar de una vez por todas con la pescadora (piscator, piscatoris).
No, Adriana, no puedo soportar que la pescadora (piscator, piscatoris) se case con el hombre que yo amo.
Todo esto iba a que ahora "la jimadora" habla en nombre de los Jimadores.

La patronal acá viene a ser Rodrigo, que está en plan dame un besito y los paso a todos a planta permanente. Besito que te dé tu esposa embarazada. No, dale, un besito de amigos. Amigas son éstas que me siguen a todas partes. Etcétera.

Después Gaviota le cuenta todo a la madre, y acá es donde todo se pone maravilloso.
Clarita le dice que la explicación que le dio Rodrigo es un delirio, que "eso sí que no lo vio en ninguna telenovela". Gaviota le dice que las telenovelas no son necesariamente un buen parámetro de verosimilitud. Clarita la escucha un rato y dice que no, que lo que pasa claramente es tal y tal cosa, que es obvio, que eso sí hubiera pasado en una novela. Por supuesto, tiene razón.
¿Entre una naba enamorada y una vieja autoconciente del género, quién va a tener razón?

Seis años de carrera y lo único que aprendí es a emocionarme cuando la cosa se pone meta.
¿Las viejas latinas en Arizona también se emocionarán?

Tres capítulos después, Gaviota se reencuentra en el CRT con una antigua compañera de trabajo. Le dice que su historia "es un cuento de telenovela. Es tan larga y aburrida que hasta [le] da flojera contarlo". Y más tarde Clarita le dice que es una pena que las cosas no hayan funcionado con Rodrigo. Que si se acuerda de muñeca Sánchez, de Simplemente amor, que a ella también le salía todo para el culo, pero al final se casó con el quia y tuvieron dos mellicitos. Que en el fondo ella siempre creyó que la historia de Gaviota y Rodrigo también iba a tener un final feliz.
Pero yo no soy muñeca Sánchez, mamá. Ya sé, ya sé, pero hubiera sido lindo. Y, sí, qué querés que te diga.
Creo que la gracia de las novelas está justamente ahí, pero eso dejémoslo para otro post.

Y por otra parte, está James.


James es un personaje increíble. Es el amigo yanqui de Rodrigo, que tiene un acento adorable y un bigote enorme que si es de verdad, no se nota. Forse era ver, ma non però credibile.
Está casado con una chica pobre que se llama Acacia que ahora se volvió loca y mató al tío, Melitón, y ahora es el lugarteniente de la Montalveña. Es todo muy dramático, pero cada vez que hay un primer plano suyo, mirando al infinito con cara de enajenado y hablando de Acazia y Méliton, me mata de la risa. Pobre corazón, el comic relief le crece en el medio de la cara, le brota castaño y tieso para los costados.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Ira nocturna.

No encuentro la forma de explicar hasta qué punto tengo las pelotas llenas de absolutamente todo y todos.

Hasta acá de catarsis, listo, lo juro.

sábado, 30 de julio de 2011

Hot for teacher.



He visto pocas películas tan deprimentes como Half Nelson, pero por favor, ¿se imaginan tener 15 años y que venga semejante caño a enseñarte materialismo dialéctico?
Vení cielo, vení que te llevo a rehabilitación y a la vuelta organizamos la revolución mientras tomamos la merienda.

martes, 19 de julio de 2011

Más novelas.


No, si voy a entender la novela, tengo que mirarla como se miran las novelas.
Es decir: como las miran las señoras, a la tarde, en vez de dormir la siesta. Como el manija que no sale el viernes a la noche para ver Destilando amor a la una de la mañana. Como un pendejo yanqui que se fuma un porro y se caga de risa mirando mexicanos llorando a los gritos.
No hay otra forma de entrar, de entender cómo mierda se logra hacer funcionar un relato con tan poco. Porque convengamos que mal actuadas, mal dirigidas y mal escritas, logran ser efectivas. Cómo funcionan, "y quién soy yo que ahí se ha dejado capturar".
La distancia crítica no nos llega a ninguna parte. Nos deja llorando frente de la tele el día de las elecciones. Entonces trato de relajarme, respiro hondo, hasta que casi no duela la estupidez escandalosa, hasta que los personajes dejen de parecerme todos iguales y la trama casi tenga sentido. Respiro hondo e intento aflojar un poco el hábito de leer con el lapicito en la mano. Una vocecita me dice "¡Mandato de castidad! ¡Relaciones de servidumbre prácticamente feudales! ¡El matrimonio y el mundo ejecutivo fusionados en una única promesa de ascenso social!". Me pregunto qué pensaría una vieja dominicana autoexiliada en Arizona, y en los cortes sublimo jugando compulsivamente al carta blanca.

viernes, 8 de julio de 2011

Megalómana.

Me gustaría ser docente en la facultad porque quiero que mis alumnos se enamoren de mí, como yo me enamoré de todos mis profesores más o menos jóvenes, más o menos buenos dando clase.
Quiero que tengan conmigo esa mezcla de transferencia y Síndrome de Estocolmo.
Quiero que se emocionen cuando los reconozco en el pasillo y los saludo cabeceando casi imperceptiblemente.

También quisiera ser la clase de persona de la que la gente se enamora por internet. Adorada en la distancia y el misterio, ser apenas una firma, un perfil críptico donde la gilada proyecte cosas y decida que soy, sin lugar a dudas, su alma gemela.

Quiero fans, quiero groupies, quiero devotos que si me pisa un bondi vengan a ponerle a mi tumba flores de plástico y cartas escritas con lapiceras de colores en hojas Rivadavia.
Quiero la historia de mi vida en América 2.


Para la ginepedia.

Ovarios

sust. m. pluralia tantum

1.

Se supone que el realidad lo que te duele es el útero. Producís más prostaglandina F que prostaglandina E y entonces el útero se te empieza a contraer para largar todo.

Pero se llama dolor de ovarios, y es como si tu cuerpo te castigara por haber dejado pasar un mes más sin tener hijos. Educada en exceso, económicamente dependiente, y encima soltera. Más de una década de maternidad potencial, perfectamente sanita, con esas caderas hechas para tener bebés, y no, nada, un mes más y te seguiste haciendo la boluda. Los ovarios son la voz del imperativo biológico de conservación de la especie.

Por su semiuniversalidad es una bandera de solidaridad entre mujeres. Una podría parar a una extraña cualquiera en la calle, decirle que le duelen mucho los ovarios, y la mina haría una mueca de dolor y diría “Uh… Ay, justo hoy no tengo nada para darte. Qué boluda.”. “No, todo bien, me tomé un ibu hace un rato, pero todavía no me hizo efecto”.

2.

El lenguaje es forro, es sabido, y a veces el discurrir de la vida cotidiana te lleva a decir cosas como “tengo los huevos al plato”, “qué huevos que tiene” o que algo “es una patada en los huevos” (ver huevos). Pero cuando una es mujer y a mitad de frase se da cuenta de que no tiene huevos, la expresión se vuelve rara. ¿Y qué hace? ¿Dice “los ovarios al plato”? ¿Sos muy piola y muy consciente del Género, o era mejor dejarlo pasar? Porque ahora lo resemantizaste, y se volvió estúpido y un poco asqueroso. ¿Tenés “los ovarios bien puestos”? ¿Tu valía está depositada justo en esa parte tan complicada de tu cuerpo (ver 1)?

Ya está, pusiste incómodo a todo el mundo. Rápido, que alguien cuente lo que le pasó ayer.