jueves, 14 de mayo de 2009

Dicotomía capilar.

Es muy incómodo empezar a leer un libro, imaginarse a los personajes de cierta manera, y que cien páginas después resulte que te los imaginaste mal. Hace muchos años leí una novela de Arthur C. Clarke y por algún motivo decidí que la protagonista era rubia; después decía que la flaca era negra, pero yo me la seguí imaginando rubia, sólo que muy muy bronceada. La que sí era rubia era la mala del libro, una italiana turrita que para mí era morocha como la Barbie que me trajo mi papá de Italia cuando mi hermano era bebé.
La segunda vez que leí Rayuela me sorprendió que dijera explícitamente que Pola es morocha. Estaba segurísima de que era rubia. La Maga es morocha, y nadie deja a una morocha para irse con otra morocha. Se cambia a Jennifer por Angelina, a Jackie por Marilyn.
Más allá de toda esa cosa de "los caballeros las prefieren rubias", hay una regla según la cual dos rivales, especialmente si son rivales en amores, tienen que tener distinto color de pelo. Si el bueno es rubio, el malo es morocho, y viceversa.
La tira de hoy de XKCD es un buen ejemplo: cuando las cosas tienen que ser simples, esquemáticas, lo que diferencia a la gente es su rubiez o morochez, la dicotomía capilar por excelencia (porque todo el mundo sabe que la pelirrojidad es sólo una adorable aberración de la naturaleza).
Por eso creo que preferiría mil veces que me dejen por una rubia que por una morocha. Una rubia es lo que yo no soy. No me reemplaza, porque somos completamente heterogéneas, y eso me resulta tranquilizador. Lui dice que prefiere que la dejen por un tipo que por una mina, porque puede entender que otro hombre le dé al suyo algo que ella no puede, y sobretodo porque sería muy feliz invitando al amante de su amante a su relación para vivir los tres juntitos y contentos.
Lo peor de todo sería que me dejaran por una morocha de rulos. Eso sí que no lo podría soportar. Un muy buen uso de la incipiente Alianza Mundial de Gente Enrulada (o AMGE) sería tratar de impedir eso.

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